Menys que un club: El Barça de Bartomeu

¿A quién no le gustaría presidir al club de sus amores? Ser la cabeza de tu equipo
del alma (al menos en los despachos), ver cada partido desde un cómodo asiento
en el palco, codearse con las estrellas que conforman la plantilla… Un sueño para
muchos aficionados al futbol.

Pero no todo es miel sobre hojuelas porque no solo es disfrutar la vida junto al
escudo que tanto adoras, también debes lidiar con las responsabilidades directivas
que (tal vez) ni siquiera puedas cumplir. Porque si el equipo no marcha bien, la
gente en las gradas querrá ver cabezas rodando, entre ellas la tuya. En esta
encrucijada ha caído Josep Maria Bartomeu, presidente del FC Barcelona desde
hace tres años y medio.

El Camp Nou ha sido la oficina de varios presidentes durante el siglo XXI; desde
Joan Gaspart con su amor incondicional por el club, pero una época oscura para
los blaugranas, hasta las excentricidades de Joan Laporta, mismas que
“coincidieron” con el mejor Barcelona de la historia.

Bartomeu llegó a la presidencia en 2014 luego de que Sandro Rosell dimitiera tras
el “caso Neymar”, mismo que aún sigue dando mucho para hablar. Aquella
temporada terminó con tonos negros para el Barcelona, pues no alzó ningún título
con Gerardo Martino como entrenador. Pero el futbol da tantas vueltas que, un
año después, y tras una revolución en la Ciudad Condal, el conjunto ‘culé’ volvió a
tocar el cielo consiguiendo un segundo Triplete con la ‘MSN’ como su arma letal.
Aquel verano, con el socio enajenado con un equipo que había puesto otro sello
en la historia del balompié, se celebraron elecciones presidenciales en las que, por
supuesto, Bartomeu se llevó la victoria.

Sin embargo, en ese mismo año, el modelo que tanto defendió Johann Cruyff respecto a la cantera empezó a
desplomarse con un amargo descenso del Barcelona B a la tercera división
española. Los éxitos del primer equipo eclipsaron por completo este conflicto.

El peor error que cometió la directiva culé fue creerse poseedores de un equipo
invencible, por lo que decidieron reforzarse apenas con Arda Turan y Aleix Vidal,
aun sin importar la marcha de un hombre como Xavi Hernández, un representante
total del tiki-taka. Aquel vestuario era una bomba de tiempo y quedó demostrado
en la temporada siguiente, donde a pesar de lograr Liga y Copa, los de Luis
Enrique sufrían a sobremanera para competir contra los grandes equipos. No
había fondo de armario, los suplentes no estaban a la altura, y los once de
siempre tampoco eran máquinas.

El curso 2016-2017 fue más de lo mismo, si no es que peor. Se ficharon seis
jugadores de los cuales solo dos rindieron de acuerdo a las exigencias. Los demás
apenas pasaban por la mente del aficionado o el técnico. No hubo un final feliz. El

Barcelona vio al Real Madrid llevarse su tercera Champions League en cuatro
años; ni en los peores sueños. Bartomeu, como siempre ante los momentos duros,
solo sonreía. Su junta directiva no acertó ni una para un equipo que se notaba
más débil aun con tanto refuerzo.

Este verano ha sido toda una novela para el Barcelona: fueron a París para fichar
a la estrella Marco Verratti, y terminaron quedándose sin el italiano y sin el mejor
jugador del mundo, Neymar, en una jugada dolorosa para la afición; el brasileño
no quería ser la sombre de Lionel Messi, y Bartomeu tampoco logró poner muchos
obstáculos para su venta. Semanas posteriores, los diarios deportivos se
encargaron de lanzar nombres y nombres de posibles fichajes.

Un buen día a alguien se le ocurrió publicar que iban por Paulinho… y no era broma. Al final llegó
el brasileño, de 29 años y con un costo de 40 millones. Ernesto Valverde, nuevo
director técnico, ni siquiera estaba enterado. Al ‘scouting’ de Ariedo Braida y
Robert Fernández no se le ven ni pies ni cabeza. Pero, nuevamente, Bartomeu
solo sonríe.

Un equipo grande debe salir al mercado e ir con todas las armas por las estrellas
mundiales o por jugadores que puedan cumplir con los deseos del entrenador.
Pues bueno, en Barcelona todo se vino abajo tras la salida de Neymar y el fichaje
fallido de Verratti. Aun con 222 millones en el banco, no han sido capaces de
cerrar un equipo competitivo.

Volviendo al tema de La Masía, a Bartomeu parece importarle poco, al menos en
la esencia de esta. Si bien es decisión del entrenador del primer equipo si alinea o
no a un juvenil, es el presidente quien debe promover un ambiente en el que el
técnico pueda confiar en lo que se produce dentro de la institución.

No obstante, la directiva se dedicó a fichar jugadores de edad considerablemente avanzada para
el equipo ‘B’ mientras el capitán, Grimaldo, se iba al Benfica portugués con más
pena que gloria. Y casos así ya ha habido muchos en los últimos meses, donde
los canteranos prefieren poner su futuro en manos de proyectos más atractivos y
no en la que ha sido su casa por años. Como ya he dicho: Bartomeu solo sonríe
de oreja a oreja. ¿Qué futuro le espera al primer equipo si los jóvenes se van y el
mercado cada vez es más exigente con los gigantes?

Aquel estilo que distinguió al Barcelona y lo llevó a la gloria, ha desaparecido; le
duela a quien le duela. Y a sus dirigentes poco parece importarles mientras haya
un crecimiento económico. La mesa actual no está capacitada para mover los
hilos de un equipo que debe luchar a diario para defender y engrandecer su
historia. La única luz en este túnel oscuro es y seguirá siendo (hasta que él quiera)
Lionel Messi, que, de no ser por su amor incondicional al escudo, habría hecho las
maletas hace tiempo con destino a Inglaterra o a Francia.

Queda esperar qué le depara el futbol al Barcelona para este ciclo futbolístico. Pero, más allá de que se
consigan o no títulos, este club necesita un botón de reinicio. Que el gigante se construya desde los valores que le caracterizan y vuelva a ganarse el respeto en
el campo por parte de todos, incluso de su eterno rival.

Por: @Puyolofia

Foto:ALEJANDRO GARCÍA/EFE